
Su vida había transcurrido, como es lo normal. No se había casado, pero tampoco se encontraba sola. Cada determinado día del mes se preocupaba por hacer un limpieza a “conciencia” en su casa, tirar aquellas cosas inútiles, y otras que parecían tan solo encontrarse arrumbadas. Fue en una de esas limpiezas, que después de todo no eran tan concienzudas, cuando encontró esa carta, sus manos temblaron y su cuerpo poco a poco cayó en el sillón. El papel era viejo, pero las letras aún legibles de aquella tinta azul. Y la leyó…“Mi querido amigo…te equivocas… me agradan las personas que me ha dado la vida, creo que de todas he aprendido un poquito más, me parece que eso fue algo que tú me enseñaste en...