domingo, 12 de abril de 2009

CARTA 3

| | 1 Encierros de otros



Me encanta el olor del cigarro…me gusta aún más cuando escucho música en la obscuridad. Tal vez se hizo costumbre desde que inicié el camino de la introspección. No es todas las noches, pero en muchos momentos en que tan solo quiero sentir cada una de las partículas que existen a mi alrededor me recuesto, enciendo mi cigarrillo y me atrevo a sentir las vibraciones en mi piel…Majestuoso.
Cada que el minúsculo vello en mi cuerpo se estremece al unísono, los recuerdos vienen a mi mente. Y como ya te dije, no los sufro, ni los revivo…solo son recuerdos, bellos recuerdos que tu corazón atesora. Otra de las cosas que me ha llevado tiempo comprender, es la individualidad y la libertad interior que tiene un ser humano. Aquella individualidad que te hace reconocerte frente al otro, para posteriormente compartirte junto a él.
Pero si hace algún tiempo me hubiese preguntado sobre esto, yo no habría sabido que decir. Tal vez te hubiese repetido lo que un buen libro me dijo, o aquello que escuché en alguna clase. Sin embargo, en este momento puedo hablarte de ello. Tal vez aún un poco revuelto, tal vez un poco tierno, pero sí con la seguridad de quien ha vivido y ha disfrutado de estos días de su vida.
Hablar de lo perdemos a lo largo de los años, no creo sea un tema interesante. No lo es, porque tal vez en realidad no perdemos nada. Al pasar del tiempo te vas dando cuenta de lo que dejamos ir, y con todo aquello que nos quedamos. Como la pequeña cobija que arrastramos y con la cual arrastramos también toda aquella pelusita que existe en el camino.
En ocasiones me siento así. Como la niña que arrastra su cobijita y se entretiene sin dejarla tirada por ahí. Adherida a los objetos de transición que mantiene una meta sin cumplir. Pero no pretendo hablar de duelo inconclusos, porque para ello nos tendríamos que remitir a mi querida tanatología. Por lo que regresamos a ese tema de desprendimiento que existe entre el otro y tú, cuando en tus primeras líneas de vida no has logrado la individualidad y te ha condenado a extenderte hacia los demás. Ese tipo de cuestiones no es fácil, oh! claro que no. Por lo que ese tipo de situaciones lo dejaremos para lo expertos.
Por el momento tan solo me referiré a esas partidas, a esos desprendimientos que llegan a ser significativos en tu vida. Aquellos simples, como perder una muela hasta aquel que te hace cambiar el rumbo de tu vida y probablemente renunciar a unos sueños para poder crear otros. Alguna vez lo creí imposible. Hoy en día sé, que si bien uno no cumple sus sueños el día y hora señalados, puede crear otro espacio alterno, en donde sumergirse y crear entonces otra meta de vida, otro objetivo, otro plan sea una tarea fácil.
Creo que no todas las despedidas son tristes, ni tienen que causar dolor. Existen muchas que te crean un cierto alivio, en donde el desprendimiento sano te hace crecer inmediatamente sales del cascarón. Pero hay otras, que resultan ser como el nacimiento de las mariposas. En lo particular, solo hay una despedida en especifico que me carcome el alma...aquella en que crees tener todo y de repente volteas y todo tiene una tonalidad diferente...Esa despedida me duele...esa donde la palabra amor está de por medio, esa donde haces daño o te hacen daño sin pensarlo...esa despedida que uno no quiere que suceda...
Y que sin embargo, se hace presente. De este tipo de despedidas por muchos años preferí no hablar. Hasta que un buen día, para mi buena suerte también. Me vi ante lo inevitable. Era momento, primero de: SOLTAR, segundo: DEJAR IR, y finalmente de PERDONAR.
Estas tres palabritas, me parecían cosas de nada. Me atrevía exponer frente a las personas la importancia de perdonar. Pero te confesaré, sabía en el fondo que yo misma requería hacerlo para poder continuar. Y probablemente lo más fácil será perdonar al otro. Pero cuando se trata de perdonarte a ti mismo/a, requiere de un gran coraje, de una gran carácter.
El significado de “perdonar” es sagrado para las personas, para pueblos enteros, para la humanidad. Porque radica en un acto deliberado, algunas personas afirman, que antes que nada, es un acto de Fé. Creo que probablemente sea un acto de fé porque pareciera que con él llega un sentimiento de liberación. La vista deja de nublarse y entonces puedes ver con claridad los bosques y ríos de tu alrededor.
Para mí entonces, el perdón se convierte en un acto de fé porque dejas atrás el dolor y el resentimiento, que te llevan a ti mismo a la liberación. Puede haber dolor por algunos momentos, eso es cierto, pero eso jamás significará ni justificará el hecho de querer dañar a un tercero, y principalmente de dañarte a ti mismo. Cada piedra que tiras, te rebota y el dolor puede hacerse mucho más intenso. Sin embargo, ¿cuántas veces no nos obligamos a seguir recordado negativamente y a odiar?
Y hago la fiel aclaración que yo no tengo nada contra el recuerdo, no creo que el recuerdo tenga que venir acompañado de sufrimiento. Creo que podemos seguir amando y queriendo a una persona de una manera diferente. Nada es estático, nuestros sentimientos tampoco lo son, por lo tanto podemos transformarlos de alguna manera, cuando nosotros lo decidamos.
En ocasiones, cuando la luz resplandece en tu interior, sólo te dedicas a contemplar lo bello de la vida, de tu vida. No me parece inadecuado, prefiero empezar a hacerlo aún cuando las cosas no parecen ir tan bien, o cuando las personas por alguna circunstancia se tienen que ir. Como sea, es preferible observarte y seguir contemplando tu bello interior y luego, entonces, observas lo que sí eres, lo que sí tienes, y dejar que el tiempo no se apodere de ti.
En alguna ocasión puse un “stop” a mi vida, y avance en automático. Comí por comer, dormí por dormir, desee por desear. Y se me olvidó disfrutar de la exquisitez de la vida. AHORA, al despertar y ver entrar nuevamente el sol por mi ventana acompañado de su amigo el viento lo pienso: No importa cuando se presente, sólo que llegue. Tiempo de perdón, tiempo de descanso, tiempo de vida. Llego hoy ante ti, haciendo un recuento de mis
HISTORIAS DE RECUERDOS, sabiendo que ha llegado a mi uno de los sentimientos más puros y sanos…

PERDON.
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viernes, 3 de abril de 2009

CARTA 2

| | 2 Encierros de otros



La confianza... suena fácil referirse a ella; sin embargo confiar en alguien requiere de una gran compromiso…confiar en uno mismo requiere de un gran valor.

El diccionario define la palabra “confiar” como: ‘Esperar con seguridad y credulidad que algo suceda o que alguien se comporte como se desea’. Proveniente del sentido común de las personas, es un concepto social que se sumerge en la actividad humana.

La psicología la retoma como un aspecto importante en el desarrollo personal e interpersonal. La confianza se crea entonces en un marco de seguridad y la seguridad depende si se consigue encontrar y descifrar señales que comprueben esta situación.

¿Cómo construimos la confianza? Alguna persona en su raciocinio, lo explicaba de manera contundente. Yo desde mi experiencia personal lo podría comprobar: Primero será importante la comunicación, principalmente la escucha activa (retomando) se trata entonces, de esa dedicación al compañero a través de la intuición. El descubrir que tiene sueño y hay que descansar, que tiene hambre y tendrá que comer, que necesita amar y amarlo ha intensidad. Sin gestos ni palabras.

Se trata después de hacer comprensible en tus acciones, retroalimentar esa comunicación. Escuchar para ser escuchado. Decir lo que más disfrutas hasta lo que más detestas para después escuchar lo opuesto a ti y simplemente comprender.
Para finalmente confiar en ti mismo, en lo que tú también eres capaz de dar a través de lo ya dado. Como el juego de pin pon en que el otro no golpea solo juega al unísono.

Y pareciera sencillo ejercer estas tres acciones; sin embargo “del dicho a hecho hay un buen trecho”. Despertar y darte cuenta que no confías puede llegar a ser igual de amenazador que un cáncer de piel: invasivo y mortal.
¿Cómo creer en la fidelidad si no crees en ti mismo? ¿Cómo creer en el otro si no crees en tu propia alma? Pues bien yo creo que la confianza no está relacionada con ninguna experiencia concreta, sino con una serie de experiencias similares. Conoces a alguien…confías…te hiere…conoces a otra persona…confías…te vuelve a herir…y así como una serie de eslabones que consecuentemente crean desconfiaza.

Aún no sé si este resultado sea un error, pero afortunadamente el tiempo me ha hecho encontrar en mi vida a personas, que se expresan de tal forma que tan solo irradian amor, capaces de escuchar, de tomarte en cuenta y de responder ante ti, no como algo temido, como algo insospechado, sino como lo que eres: una persona que existe.

Confiar…es una palabra muy importante es mi vocabulario en estas últimas fechas. Confesaré que no ha sido fácil, porque por algún tiempo caminé desconfiando de mi propia sombra, pero hoy al encontrarme en otro estado contemplativo… he crecido…con la certeza de que continúo siendo esa niña que se encuentra en la tierra y en las estrellas, jugando con el papalote, cubierta de diversos matices de olor, cubierta de aquella magia que se vislumbra en el espacio de nuestra conciencia…sigo siendo aquella mujer “fría” para algunos…pero tan tierna para otros.

Y fielmente recuerdo aquel célebre escrito: Joroska nunca encontró a nadie que quisiera vivir con él en ese lugar… resonando en mi cabeza esa frase una y otra vez…porque sé que continúo viviéndola…"no construyas laberintos donde no los hay"- me dijeron, sabiendo que continúo creando mi propio laberinto…y entonces los recuerdos viene a mi mente… y no sufro… no los pienso… solo los vivo… para darme cuenta que realmente empleo esto último…estoy VIVIENDO… con todo lo que ello implica…aún en este mundo en donde la esencia se ha disuelto entre el rencor y el deseo de venganza…

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